El arte de embellecerse
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Los ojos de la espectadora Sierra Morena 2012 |
Para Bea
Sin control
En el instante en que ella aparece, el control de mis
emociones desaparece. En la máquina de café, en el comedor o cuando me
encuentro frente a su mesa, ocurre una y otra vez: dopamina, oxitocina y norepinefrina
campan a sus anchas provocando en mí señales evidentes de debilidad. ¡Es tan
guapa!, pienso. La miro y veo su pelo oscuro, unos ojos intensos, sus labios
perfilados y el rostro ligeramente ovalado. Todo en ella es perfecto.
Cuestión de números
Hasta aquí el relato no se escapa mucho a lo que alguna vez
hemos sentido, incluso a lo que en algún momento nos hemos atrevido a escribir
cuando el despertar de nuestras hormonas, nos hacía reaccionar
incontroladamente en nuestra tierna juventud. Parece ser que nuestro cerebro
está educado a responder positivamente a los estímulos de la belleza, eso es
evidente; pero ¿qué es la belleza? Lo que resulta algo menos romántico es descubrir
que casi todo se resume a una ecuación matemática. Sí, parece un poco irónico,
pero la belleza se puede describir mediante una fórmula no muy complicada, en
concreto: belleza = ((1+√5)/2).El resultado de esa
operación no es otro que la conocida proporción áurea, el número φ (1,618…). Quién
me lo iba a decir, cada vez que la veía mi cuerpo en realidad era estimulado
por una ecuación matemática. Para hacer honor a la verdad, la chica del relato estaba
muy bien proporcionada y es que en realidad parece que se trata de eso, de
proporción. Me contaba mi amigo Luís cuando era un entusiasta estudiante de arquitectura, que según dijo alguno de los
grandes maestros “Todas las casas son iguales, todas tienen puertas y ventanas,
sólo se diferencian por la proporción”(creo recordar que la cita era más o
menos así, hace al menos 20 años que me lo comentó). Tal vez por eso, por buscar proporciones
perfectas, la primera vez que visité Florencia, antes que el Ponte Vecchio, la Galería
Uffizi o el David de Miguel Ángel, me dirigí directo a la Basílica de la Santa
Cruz, donde, según cuentan, el cuerpo de Stendal, agotado por la belleza,
sucumbió. La verdad es que la iglesia es impresionante, el Sol al amanecer
provoca un sinfín de juegos de color en las vidrieras, pero lamentablemente
nuestros ojos y nuestra sensibilidad hoy en día están muy lejos de poder ser
impresionada con facilidad. No es sólo en lo que vemos, incluso mediante la
música podemos expresar proporciones que nos hagan sentir bien. Con
alguna licencia, los sonidos de la serie armónica representan los elementos de
la serie de Fourier, que resulta al aplicar un análisis matemático a una forma
de onda periódica. Además de la vista y el oído podemos buscar belleza en las
proporciones del tacto, el gusto y el olfato.
Pero si la belleza es sólo cuestión de proporciones ideales,
¿por qué en ocasiones después de estar 10 minutos compartiendo una copa con lo
que algunos amigos llamaría una “supermodelo”, la chica se vuelve cada vez
menos interesante hasta el punto de resultar agotadora?. Sus proporciones
siguen siendo las mismas, pero algo no marcha bien. Tal vez porque la auténtica
belleza empieza por lo que uno realmente es: la proporción interior, el
equilibrio espiritual y personal provocan que haya quién nos resulten más
interesante que otras. Descubrimos que hay personas que nos provocan atracción
por su forma de ser mientras a otras las podríamos catalogar de cargantes o
tóxicas. Por otro lado y recordando la famosa sátira de Juvenal “Mens sana in
corpore sano” podemos potenciar esa belleza mediante una vida saludable y según
parece somos lo que comemos. Si realmente eso es así, “embellecer”, nuestra
despensa es un sencillo ejercicio aunque nos parezca complicado en un
principio. Si lo combinamos con ciertas dosis de movimiento, ni siquiera diré ejercicio,
los resultados empiezan a aparecer de forma significativa.
Algo más por hacer
A pesar de todo siempre hay algún que otro “arreglillo” que
podemos hacernos. Un implante dental, operarte la miopía, suavizar las arrugas
de expresión. En todos esos tratamientos podremos descubrir la mejor versión de
nosotros mismos y el resultado puede ser espectacular. El problema aparece
cuando queremos construir la casa de la belleza sin cimentarla desde el
interior. En la mayoría de las ocasiones en lugar de buscar la mejor versión de
mí mismo, busco un “yo” que nunca ha existido. Es en ese momento donde el mejor
médico estético terminará fracasando; como resultado no hay más que echarle un
vistazo a algunas fotos en Internet donde modelos y actrices súper famosas,
tratadas por las mejores manos, reflejan un rostro que está lejos de poder ser
llamado bello.
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